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Univision Noticias

Solo tres de las decenas de pacientes que aseguran haber sido abusadas por un ortopedista lograron que sus casos avanzaran ante la justicia mexicana. Estos son sus duros testimonios.

Claudia Flores esperó siete años para que el ortopedista que le inyectó droga y abusó sexualmente de ella fuese declarado culpable en México. Pero su agresor recibió una condena de solo 2 años y medio de cárcel, y podrá volver a ejercer cuando la cumpla pese a que cerca de 60 mujeres denunciaron haber sufrido abusos similares.

Luis Antonio Hernández Robledo fue sentenciado este viernes en una audiencia en la que se le exigió disculparse públicamente con Flores. Irá a la cárcel mientras tiene abiertas otras dos investigaciones por los mismos presuntos delitos y manteniendo su licencia médica. Por ello, Flores y otras presuntas víctimas buscan que las autoridades le revoquen el permiso para que ninguna otra sea abusada jamás.

El camino para obtener justicia fue difícil para Flores. Pero en el camino, otras sobrevivientes que dudaban de denunciar las presuntas agresiones por temor a que no les creyeran, ayudaron a que se difundiera el caso y otras mujeres contaran su experiencia que, hasta entonces, creían había sido “un mal sueño”.

Juntas crearon una red de apoyo para localizar a otras mujeres que puedan haber sufrido los abusos de Hernández. Este es el duro testimonio del abuso sufrido por Flores.

La historia de Claudia Flores

Flores contó a Univision Noticias que la primera vez que fue al consultorio del ortopedista estaba acompañada por su esposo, quien le había recomendado al médico porque era amigo de la familia. Acudió a varias citas para tratarse una lesión en la columna, siempre acompañada por su esposo.

Pero el 10 de febrero de 2016 sintió un fuerte dolor en la espalda y en el hombro y acudió sola al consultorio, relató. Ese día fue inusual: el ortopedista le pidió que usara una pequeña bata sobre su ropa interior. “Lo primero que hizo durante la revisión fue inyectarme en el hombro y me dijo: ‘Con esto te vas a sentir mejor’. Yo no me percaté de qué era la inyección que me estaba poniendo”, recordó.

Después, Hernández le pidió que realizara ciertos movimientos con los brazos para ver el funcionamiento del hombro. La situación empezó a incomodarla, dijo, cuando el médico le pidió que solo recostara la parte superior de su cuerpo en la orilla de la camilla. La pequeña bata de hospital dejaba al descubierto su trasero. “Era la primera vez que me ponía en esa posición para revisarme la espalda y ahí me volvió a inyectar”, narró.

El médico continuó revisándole las vértebras con una mano en la columna y la otra en la cadera. “Poco después sentí su mano debajo de mi seno y le dije: ‘Doctor, ¿qué le pasa?, ahí no es’, y él me cambió el tema y me puso una tercera inyección que sacó de la bolsa de su bata”.

“De repente siento que me baja la pantaleta (ropa interior), y ahí reaccioné y traté de moverme, pero él se justificó que estaba revisando los huesitos de la cadera. Le dije que no me estaba gustando cómo lo estaba haciendo”. “Después me tomó con más fuerza de las caderas y metió sus manos entre mis piernas hacia los genitales y le grité: ‘Doctor, ¡qué está usted haciendo, por el amor de Dios!’”.

Flores dijo que, para ese momento, se sentía débil y no podía levantarse de la camilla. Con las pocas fuerzas que tenía, trató de liberarse del médico quien, según su testimonio, la tenía sometida oprimiendo su cabeza contra la camilla mientras él se masturbaba detrás de ella.

“Yo pensaba que lo siguiente iba a ser una violación. Empecé a llorar y le decía: ‘Por el amor de Dios, le suplico, deténgase’, quería yo influir en sus sentimientos, que recapacitara para que me soltara porque yo no me podía defender”, relató.

Tras unos minutos Hernández la soltó y le dijo a Flores que se fuese a cambiar. “Cuando salgo (del vestidor) él tenía una cara de asustado, yo creo que no podía creer que después de tres inyecciones yo me estuviera parando”, contó.

Flores narró que salió del consultorio “dando tumbos contra las paredes”, sin tener certeza de que si lo que había pasado unos minutos atrás era real o no.

Las pruebas para armar el caso en contra del ortopedista

Al día siguiente del abuso, Flores le contó lo sucedido en el consultorio del ortopedista a una amiga, quien la contactó en la noche para decirle que, tras conversar con otras personas, supo que mujer que había pasado por un caso idéntico con el mismo doctor.

“Me dijo que les iba a dar mis datos porque había un grupo de mujeres que se estaban uniendo para demandarlo, pero necesitaban un caso reciente”, agregó.

Así fue como Flores se enteró de que, además de ella, había al menos cuatro presuntas víctimas más dispuestas a denunciar y decenas más también denunciaban haber sido abusadas por Hérnandez años atrás. El caso más antiguo era de 2002.

Algunas sobrevivientes no se atrevieron a denunciar en su momento por vergüenza, temor o porque dudaban si el abuso realmente existió, ya que los efectos de la droga que el médico les inyectaba las dejaba aturdidas o confundidas. Además, como no hubo penetración por parte del médico, era difícil evidenciar el abuso, explicó Flores a Univision Noticias.

Construir el caso fue difícil. La única prueba que tenía Flores era un video de seguridad del hospital donde se le ve saliendo del consultorio llorando y chocando contra las paredes. Pero esa grabación se perdió durante una inundación en la clínica privada donde trabajaba Hernández.

“Yo no le tenía fe a este proceso por que no existían pruebas para vincularlo a proceso y, coincidentemente, en esas fechas llovió y el Hospital Ángeles dijo que se habían mojado todos los expedientes y el video”, contó.

Flores se hizo un examen de sangre pero ya habían pasado 72 horas, así que la prueba no arrojó rastro de la sustancia que le inyectó el médico sin su consentimiento.

Pasaron muchos años para que pudieran vincular a proceso a Hernández. Afortunadamente para Flores, las pruebas periciales psicológicas que le hicieron las autoridades del estado de México fueron suficientes para abrir una carpeta de investigación de su caso.

Este paso permitió que otras dos víctimas del ortopedista pudieran hacer su denuncia de abuso: quedó sentado un precedente de que el doctor siempre usaba el mismo modus operandi con sus víctimas: drogarlas y abusar de ellas.

Víctimas que lograron abrir una carpeta de investigación

La carpeta de investigación de Laura Lebrija fue la siguiente en iniciar un proceso contra de Hernández.

Lebrija acudió al ortopedista por un dolor en la pelvis en mayo de 2015. Las primeras tres consultas fue acompañada de su mamá, pero cuenta que desde esas visitas sentía que las revisiones eran fuera de lo común. “Para una revisión de un problema en la pelvis me tocó la vagina, me tocó el clítoris, me tocó todo. Me acuerdo que sudaba frío”, narró a Univision Noticias.

En una cuarta revisión, acudió sola y fue ahí cuando el ortopedista aplicó el mismo protocolo que con sus otras víctimas: pedirle que usara una bata muy pequeña que dejaba al descubierto el trasero e inyectarle una sustancia desconocida.

“Yo estaba de espaldas a él, recostada en la camilla. Me pidió ponerme boca abajo con mis muslos tocando mi pecho (posición de niño). Mientras él me revisaba la columna con la mano izquierda de pronto escucho sonar la hebilla de su cinturón”, dijo.

“Le dije: “Yo escuché una hebilla, ¿qué pasó?””, recordó Lebrija, quien también dice que en ese momento se sentía como “borracha”, pero aún así no perdía la conciencia y escuchaba el tintineo de la hebilla del cinturón mientras Hernández se masturbaba detrás de ella.

“Intenté incorporarme, pero él con su mano izquierda me detuvo. Me dijo: ‘Ya casi Laurita’ y volví a escuchar la hebilla. Saliendo (del consultorio) lo enfrenté diciéndole que yo había escuchado un sonido de su hebilla y sus dos contestaciones fueron: ‘Cómo crees Laurita, tengo cuatro hijos’ y ‘Sí, me dicen mucho que por estar tan gordito me muevo mucho el cinturón'”, recuerda Laura.

Tras contarle a un amigo lo sucedido en la consulta, este también le dijo que ya había escuchado varios testimonios de otras mujeres que se sentían incómodas con el ortopedista. El amigo la puso en contacto con Jacqueline Leroy, la tercera víctima de Hernández que logró abrir una carpeta de investigación en su contra.

Un caso que es una forma de justicia para otras sobrevivientes

Los casos de abuso sexual se investigan de manera individual en México, por lo que las otras decenas de víctimas, cuyos casos ya habían preescrito o no tenían pruebas en contra de Hernández ven en la resolución del caso de Flores una forma de justicia.

“Estoy muy contenta de que se haya dado un veredicto de culpabilidad después de tanto esfuerzo para un caso que parecía inútil y perdido”, dijo a Univision Noticias Lourdes Chrislieb, quien acudió a consulta con el ortopedista en 2011.

“Yo quería demandarlo. Conmigo no logró cumplir su plan. Sí me drogó, pero gracias a que estaba de pie y estaba vestida logré salir del consultorio dando tumbos. Sin embargo, claro que me siento víctima, porque fue bastante inapropiada su revisión, y es un delito que mi inyecten sin mi consentimiento algo que yo sabía que era”, cuenta la mujer, quien asegura sentirse frustrada porque su caso ya no procedía porque había pasado mucho tiempo del delito.

Flores y Lebrija coinciden en que además de la condena de prisión y la exigencia de que lo despojen de su licencia médica, Hernández debe recibir atención psicológica. “Que se someta a un tratamiento psicológico, que no lo dejen readaptarse a la sociedad hasta que no tenga un dictamen médico”, pide Claudia. “Necesita ir al psicólogo, además debe hacer un proceso interno donde reconozca todo lo que hizo y perdonarse a sí mismo”, dice Laura.

Ambas dicen que llegarán hasta las últimas instancias para lograr que las autoridades le quiten su licencia.

En Estados Unidos están disponibles estas líneas de ayuda para víctimas de abuso sexual y acoso:

Si usted o alguien que conoce es víctima de abuso sexual, comuníquese con la Línea de Ayuda Nacional de Abuso Sexual o llamando al 1-800-656-4673 (para español presione el 2). Si usted o alguien que conoce es víctima de acoso, comuníquese con el Centro de Referencias de Víctimas (en inglés) o al 1-855-484-2846 (para español presione el 2).

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