Publicidad

Fabiola Navarrete/ Tu Tiempo Digital

Hola a todos espero que el Señor los siga colmando de su gracia, su amor y su misericordia. No dejen de agradecer y de sorprenderse cada día por todas las bendiciones que están a su alrededor y que son una muestra del amor inagotable que nuestro Padre nos tiene.

Para mi es una bendición estar aquí una vez más compartiendo otro mensaje que el Señor ha puesto en mi corazón. No hay nada mejor que seguir aprendiendo de Dios a través de su Palabra. En esta ocasión hablaremos sobre la parábola de la oveja perdida, u oveja negra como muchos le llamamos. Este mensaje se encuentra en Mateo Capítulo 18.

Aquí Jesús acababa de ser cuestionado sobre quiénes serían los que entrarían primero al Reino de los Cielos y les había dicho que los niños, pues ellos tienen un corazón puro y saben amar y perdonar genuinamente. Ellos tienen un pase automático al Cielo.  De hecho, les aconsejó que trataran de imitar a los niños en estas dos cosas para poder ganarse también un lugar en la morada celestial.

Después ya sigue la parábola de la oveja perdida. Aquí Jesús nos explica el gran gozo que siente Dios en su corazón al ver que una oveja que se descarría regresa al rebaño. Da el ejemplo de un hombre, o pastor que se regocija mucho al encontrar a la oveja perdida. Dice que se regocija más por ésta que por las 99 más que no se descarriaron.

Esto no quiere decir que a Dios no le importe que estemos haciendo las cosas correctas y todo lo que a Él le agrada, claro que se goza de vernos andar por el buen camino. Pero Dios, como todo padre terrenal, se preocupa cuando ve que uno de sus hijos está mal y que anda padeciendo. Si a nosotros un hijo se nos enferma claro que hacemos todo lo posible por ir a cuidar de él, o si anda en otro tipo de problemas, siempre trataremos de ayudarlo aún a pesar de que lo que esté pasando sea una consecuencia de sus malas decisiones.

Si vemos que nuestros hijos aprenden la lección y deciden tomar de nuevo el camino correcto, por supuesto que nos sentimos plenos, como lo vimos en la parábola del hijo pródigo. Así mismo el Señor siente un gozo inefable y glorioso cuando uno de sus hijos que estaba perdido es hallado, pues para esto justamente mandó a su propio hijo a morir por todos nosotros. En el versículo 11 nos dice: “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido”.

Jesús vino a curar a los enfermos, a revivir a los muertos y a salvar a los que viven en pecado. Nosotros debemos recordar siempre esto porque sólo así lograremos desarrollar esa misericordia y compasión que Dios nos pide practicar con nuestro prójimo. Debemos orar sin cesar por todas esas almas perdidas que no han recibido esa paz que sólo Dios les puede dar y que buscan llenar los vacíos que hay en su corazón con cosas incorrectas. Todos nos hemos extraviado del camino o nos podemos extraviar y estoy seguro que hubo alguien que oró por nosotros o que orará por nosotros cuando los lleguemos a necesitar.

Después viene otro tema muy importante en este mismo Capítulo 18 de Mateo y que se subtitula “cómo se debe perdonar al hermano”. Aquí primero nos dice lo importante que es confrontar a una persona, llámese amigo o hermano cuando están haciendo algo incorrecto. De hecho el verdadero amigo es aquel que te dirá cuando estás equivocado y no el que te aplaudirá todo lo que haces. Dice que si después de hablar con él y hacerle ver su error, la persona te escucha y te comprende, entonces has ganado un hermano. Pero que si no te escucha, puedes ir con una o dos personas más que te servirán como testigos. Si aun así no te hiciere caso, es pertinente que vayas con más miembros de la iglesia.

Luego nos dice algo que es sumamente importante y que debemos de creerlo de todo corazón. Como hijos de Dios tenemos la autoridad de atar cosas en la tierra que serán atadas en el cielo, y desatar cosas que también serán desatadas en el Cielo. En el versículo 19 nos dice: “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que están en los cielos”.

De manera muy clara nos explica Dios en su Palabra que debemos unirnos en oración porque en verdad Él está ahí escuchando lo que le pedimos, sólo tenemos que ejercer esa autoridad que Él ya nos ha dado. No dejemos de unirnos en oración con nuestros hermanos porque es ahí cuando el Espíritu Santo desciende de una manera increíble y todas esas peticiones suben como incienso fresco hasta el Cielo. La oración eficaz del justo puede mucho (Santiago 5:16).

En el versículo 20 nos reitera esto mismo y dice: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Que bendición saber que ahí esta Dios al pendiente de nuestras peticiones y que nos concederá eso que le pedimos.

Al final del Capítulo 18 Pedro le pregunta a Jesús que si es necesario perdonar a los que nos ofenden hasta siete veces y Jesús responde que los debemos perdonar hasta setenta veces siete. Sigamos practicando ese amor que Dios nos pide y que Jesús nos vino a modelar y perdonemos a los que nos ofenden las veces que sea necesario. Nunca dejemos de orar por otros y más aún por aquellos que se han descarriado.

Les amo, les abrazo y primero Dios los veo muy pronto.

Publicidad

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.