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Fabiola Navarrete/ Tu Tiempo Digital

Hola a todos, asombrada por la manera en la que Dios nos muestra cada día su amor y su fidelidad los saludo en este día. Pido que sea el Señor guiando este mensaje en todo momento para que llegue a cada uno de esos corazones que lo necesitan escuchar.

El tema de hoy es  cómo ser árboles que dan siempre el mejor fruto. En Jeremías 17 nos habla sobre esto pero nos adelantaremos primero al versículo 9 donde dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas y perverso; ¿quién lo conocerá?.

Y continúa el 10: “Yo el Señor, investigo todos los corazones y examino las intenciones secretas. A todos les doy la debida recompensa, según lo merecen sus acciones”. En otras versiones dice que Dios es quien escudriña el corazón y a cada quien se le da lo que les corresponde según sus frutos.

El corazón humano es engañoso porque ahí se encuentran nuestras emociones y si únicamente seguimos lo que nos dice el corazón podemos tomar decisiones equivocadas. Se debe usar también la sabiduría que viene de Dios. Ya hemos dicho muchas veces que sólo Dios conoce lo que guardamos en nuestro corazón y sólo él lo puede limpiar si nosotros se lo pedimos.

Así también, el Señor siempre está pendiente de lo que hacemos y no sólo de lo que decimos. El fruto es aquello que nuestros actos demuestran y que muchas veces dice más sobre nosotros que lo que nuestras palabras pueden decir.

Significa llevar la Palabra de Dios por obra y también tiene que ver con ese principio de la ley de la siembra y la cosecha. Dar fruto también se refiere a compartir a otros ese amor, esa paz y esa gracia que Dios ha derramado sobre nosotros para que los demás puedan también vivir en plenitud de gozo y dejen de ser esclavos del temor.

Es así como ahora nos regresamos a Jeremías 17: 7-8: “Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia y nunca deja de dar frutos”.

Ser este tipo de árbol debe ser nuestro mayor anhelo y nuestra tarea diaria. De esta manera podremos afrontar cualquier tormenta que se nos presente y seguir siempre bien plantados. Así también seremos personas fructíferas que darán el mejor ejemplo a sus familias y al resto de la sociedad. Un árbol que siempre lucirá frondoso y que dará la mejor sombra a quien debajo de él se acueste.

Sin embargo, es importante reconocer cuando no estamos siendo este tipo de árbol. Si nos sentimos secos es importante reconocerlo e ir a los brazos de Nuestro Padre para pedirle que nos  dé de esa agua que es la única que nos mantendrá sin sed como Jesús nos dijo en Juan 4.14. 

El mismo Jesús nos dijo también en Juan 15:5-6 “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí y yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden hacer nada”. Somos seres imperfectos hijos de un Dios Perfecto. No importa si durante nuestro caminar con el Señor nos volvemos a sentir secos, acudamos a él y volveremos a ser esos árboles frondosos y llenos de vida.

Lo mejor de ser este tipo de árbol es que no sólo es para nosotros, sino que esta misma bendición se extenderá a todas nuestras generaciones. Una de las mejores cosechas que como padres podemos recoger, es ver a nuestros hijos convertidos en estos hermosos árboles que mantendrán siempre verde sus hojas y seguirán dando frutos de generación en generación.

Termino hoy con otro versículo alentador que nos habla también sobre ser árboles plantados cerca de corrientes de agua viva. Salmos 1:2-3 “El hombre que se deleita en la Palabra de Dios día y noche y en ella medita, será como árbol plantado a la orilla de un río y que a su debido tiempo dará su fruto y su hojas jamás se marchitarán. ¡Todo cuanto hace prosperara!.

Vamos a permanecer conectados a nuestra fuente de agua vida que es Dios y eso nos asegurará ser siempre el árbol que Él desea que seamos.

Les amo, les abrazo y primero Dios los veo muy pronto.

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