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Fabiola Navarrete/Tu Tiempo Digital

Hola a todos les saludo con un corazón agradecido y espero de todo corazón que su día este siendo como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto. En esta ocasión hablaremos sobre un tema que es muy importante. El ofrecer a Dios lo mejor de nosotros, pero también hablaremos sobre los celos y la envidia.

En Génesis Capítulo 4 encontramos una historia quizás conocida ya por muchos de ustedes, en donde se trata estos temas. Es la historia de Caín y Abel. Adán y Eva ya habían sido expulsados del Edén por haber desobedecido a Dios. Ellos dos tuvieron a su primogénito Caín, quien fue labrador de la tierra. Su segundo hijo fue Abel, quien fue pastor de ovejas. Estos hermanos debieron haberse tenido ese amor fraternal por tener lazos de sangre. Sin embargo, en uno de ellos, en el primogénito, había crecido un gran resentimiento causado por los celos que surgieron de eventos previos que no conocemos. Lo que sí sabemos es lo que Caín le hizo a su hermano Abel que sin duda, fue algo que no se dio así nada más de un momento a otro, este acto fue sólo el resultado de sentimientos negativos que ya se había albergado en el corazón de Caín y que ese día salieron a la luz. Una ofensa que no fue perdonada y que se convirtió en rencor fue lo que creó esa raíz de amargura en el alma de Caín y lo que lo llevó a actuar de esa manera.

Entrando ya al tema de ofrecerle a Dios la primicia de todo lo que tenemos, hablemos de la ofrenda que cada uno de estos hermanos le llevó al Señor.  Abel llevó a los primogénitos de sus ovejas y preparó su ofrenda con mucho amor y esmero. Caín, por su parte, llevó solo un fruto de los que sembraba, no el mejor de ellos. Es aquí donde Dios se dio cuenta de lo que cada uno le estaba ofreciendo y lo que cada uno tenía en su corazón. A Dios no lo podemos engañar, el conoce todo de nosotros y cada una de las intenciones de nuestro corazón.

Cuando Dios ve a Caín con el semblante decaído le dice algo muy importante que están en Génesis 4:7: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta”. Esto el Señor se lo dice a manera de que él comprendiera que como un padre justo, él se estaba dando muy bien cuenta de lo que cada uno había llevado como ofrenda y que debía actuar conforme a eso. Recordemos que además de amoroso, Nuestro Padre es justo.

Desafortunadamente, a Caín no le cayó nada bien esto que Dios le dijo, sino todo lo contrario, se llenó de ira y le pidió a su hermano Abel ir con él al campo. Caín permitió que el coraje, la envidia, los celos y todo ese rencor que albergaba en su corazón se detonaran y cometió ese acto terrible de asesinar a su hermano. Caín permitió que el pecado lo dominara. Cuando este tipo de emociones afloran en nosotros y ya no los podemos controlar suceden cosas tan trágicas en nuestra vida como la que sucedió entre estos hermanos. Tenemos que afrontar consecuencias terribles y afectar a terceras personas.

No podemos permitir que este tipo de sentimientos negativos tengan cabida en nuestro corazón, debemos perdonar constantemente al que nos ofende, sea hermano de sangre, hermano en Cristo, amigo, vecino, etc. No le demos cabida a la envidia dentro de nosotros, pues si somos honestos, reconozcamos que todos la hemos experimentado. Hay que gozarse con el que se goza y sufrir con el que sufre. Nos tiene que dar gusto que nuestro prójimo sea prosperado.

Refiriéndose igual a esto que nos dice en el versículo 7, en Santiago 4:17 nos dice “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. Es increíble ver como en la biblia  hay enseñanzas que se nos reiteran. Todos sabemos lo que es bueno y lo que es malo, sólo nos gusta de repente buscar excusas para respaldar las cosas que sabemos que no le agradan a Dios. Recordemos que una vez que el pecado se enseñorea de nosotros es muy fácil perdernos. No esperemos a que este momento llegue y hagamos algo al respecto cuando aún estamos a tiempo.

Señor, guíanos y ayúdanos a ir siempre por el buen camino, que te honremos con cada cosa que hagamos y que lo hagamos con la más sincera intención de mostrarte cuánto te amamos, agradeciendo en todo momento por todo lo que has hecho por nosotros y por las bendiciones que seguirás derramando en nuestras vidas.

Les amo, les abrazo y primero Dios los veo muy pronto.

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