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Mavarez huyó de la inestabilidad política y la pobreza extrema en Venezuela, donde tuvo que hurgar en la basura para comer o depender de las sobras de avena que dejaba su hija de 4 años.
“Es una situación horrible”, lamentó Mavarez, que vestía una gran camiseta blanca con una silueta de Texas. A su alrededor, otros inmigrantes buscaban ropa en los contenedores, tendiéndola para ver si les quedaba.
Su hija está esperando en Colombia con su abuela porque el viaje a través de la selva hasta Estados Unidos era demasiado peligroso, dijo. Ella estuvo a punto de morir tres veces en el camino, al casi ahogarse en los ríos.
“Me pregunté, ¿me entrego o no?”, relató, sobre su decisión antes del final del Título 42. “Tuve que hacerlo por miedo”, explicó.
Varios migrantes indicaron que otros se quedaron del otro lado de la frontera en México, decididos a conseguir una cita a través de CBP One, la aplicación que los funcionarios federales están instando a utilizar para hacer citas oficiales en los puertos de entrada.
Muchos han dicho que tienen problemas para conseguir que la aplicación funcione, y las autoridades de inmigración han ampliado desde entonces la capacidad.
Tony David Mujica Micett, un venezolano de 26 años, explicó que él y su familia solicitaron una cita a través de CBP One hace unas seis semanas después de un difícil proceso. Estaba en el refugio con su esposa, Rotsy López Martínez, de 24 años, y su hijo Emmanuel de 3.
“Lo hicimos con fe. Cada vez que nos rechazaban teníamos más fe y lo conseguimos”, dijo Mujica Micett, que llevaba una camiseta negra con la palabra “Nueva York” escrita en azul. Su esposa sostenía a su sonriente hijo, que se agarraba con fuerza a un camión de juguete.
Mujica Micett aceptó que, como padre de un niño, estaba “desesperado” porque la aplicación funcionara porque no quería cruzar irregularmente tras sufrir robos y amenazas de los cárteles.
Describió grandes grupos de inmigrantes reunidos en una plaza de Juárez, intentando una y otra vez acceder a la aplicación.
“Las personas que más lo intentaban conseguían una cita”, dijo.
Mientras Mujica Micett y su familia esperan, otros buscaban desesperadamente a sus seres queridos de quienes fueron separados durante el proceso.
Dos hermanos venezolanos fuera del Sagrado Corazón enfrentaban a la misma agonía mientras esperaban noticias de sus esposas.
“Estoy muy preocupado porque ayer escuché que estaban deportando a un buen porcentaje de personas”, aseguró Geryensen Renial Castro Marín, de 22 años. “No he hablado con ella (mi esposa), no he sabido nada de ella”, agregó.
Castro Marín afirmó que mantenía la esperanza porque otra mujer venezolana le dijo esa mañana que obtuvo noticias de su esposo tras ser liberada antes que él.
Su hermano Davier Pulido Peñaranda, de 28 años, fue separado de su mujer y sus hijas gemelas de 3 años. “Estoy muy preocupado”, lamentó. Su cuñada, dijo, fue devuelta a Juárez durante la noche. “Hicimos las cosas bien y nos entregamos”, se lamentó.