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Pareciera nuevo, pero no lo es: el fentanilo fue desarrollado en 1959 como un potente analgésico, casi idéntico a la heroína pero con 50 veces más potencia, según explican los CDC. Hay dos tipos: el farmacéutico y el fabricado ilícitamente. El fentanilo farmacéutico aún es recetado para tratar dolor intenso, especialmente después de una cirugía o para el cáncer avanzado.

El fentanilo hizo lo que la heroína no pudo pues es mucho más fácil, rápido y económico de fabricar. “Lo pueden confeccionar un par de personas en una bañera en un par de días”, no meses, explica Scott Higham, reportero del diario The Washington Post ganador de un Pulitzer y coautor del libro Cártel americano: dentro de la batalla contra la industria de los opioides. Y, muy importante: es más fácil de traficar por la frontera, lo que la hace “la droga más lucrativa que han manejado los carteles en toda su historia”, dice Higham, quien ha investigado la industria opioide desde 2016.

China fue el mayor proveedor de fentanilo (y los químicos con que se fabrica) hasta 2020, según la DEA, pues en 2019 el Gobierno chino aprobó leyes para controlarlo y fue allí que los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación llenaron ese rol.

Ahora, el fentanilo es de lejos la droga que más se trafica y que más causa muertes, según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Solo se confisca entre 5 y 10% de los estupefacientes que entran al país, según le dijeron oficiales en la frontera al diario The Washington Post en enero.

Las cifras más recientes de CBP [Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza] sobre incautaciones de fentanilo mostraron un aumento del 53% mes tras mes, y eso ascendió a 3,000 libras de fentanilo en la frontera solo en noviembre”, le dijo en enero el secretario de Seguridad Nacional Alejandro Mayorkas a The Washington Post. “Ese es el total más alto de la historia y es más de lo que CBP estaba detectando en el transcurso de todo un año hace solo unos años”, agregó el secretario.

Las muertes además han aumentado dramáticamente cuando esta sustancia se mezcla con otras drogas, como la cocaína y la metanfetamina, que son de uso más común entre los hispanos que la heroína o los opioides recetados, explica Cerdá, la investigadora de NYU. Entre 2007 y 2019, las sobredosis mortales entre hispanos por opioides mezclados con cocaína han aumentado 729%, y mezclados con metanfetaminas, han crecido 4,600%.

No está claro si esa mezcla ocurre de manera intencional o por accidente, dice Cerdá, pero se cree que ambas cosas están pasando. El fentanilo es altamente adictivo, por lo que algunos traficantes pueden estar mezclándolo con otras drogas para que sus clientes se vuelvan más dependientes.

Por otro lado hay quienes sí consumen fentanilo conscientemente porque han desarrollado una tolerancia a los opioides y necesitan dosis cada vez mayores, añade la investigadora.

“Hay mucho producto de todas las drogas en este momento, a no ser por el cannabis, que están contaminados con fentanilo”, advierte Cerdá.

La pandemia del coronavirus lo empeoró, sobre todo para hispanos

La crisis de opioides tomó un giro aún más mortal en 2020 con la pandemia del COVID-19, cuando se dispararon las muertes por sobredosis, y los latinos se vieron más afectados y sin apoyos.

El encierro, la depresión y el estrés financiero que trajo esta crisis sanitaria exacerbaron el consumo de opioides, y las muertes por sobredosis aumentaron en un histórico 17% a nivel nacional, según un reporte de los CDC: más de 81,000 fallecimientos ocurrieron por esta causa en los 12 meses que culminaron en mayo de 2020.

Fue el mayor número de muertes por sobredosis registrado en un período de 12 meses en la historia de Estados Unidos y uno de los factores que llevaron a reducir en un año entero la expectativa de vida en el país, algo que no sucedía tan dramáticamente desde la Segunda Guerra Mundial.

Entre la “fe” y la “evidencia”

Esto fue aún más grave para los latinos, pues las barreras del idioma y estatus migratorio hacen más difícil conseguir ayuda en centros de rehabilitación que les puedan brindar apoyo.

Además, las barreras culturales y religiosas pueden complicar la situación. Entre la comunidad latina es más común encontrar centros de rehabilitación religiosos, lo que los investigadores llaman “tratamientos basados en la fe”, versus “tratamientos basados en la evidencia”, explica Cerdá.

Estos enfoques enfatizan la oración y la fuerza de voluntad como herramientas para combatir la adicción, en vez de utilizar medicamentos como la metadona y la buprenorfina, que están comprobados, con múltiples datos y estudios, que ayudan a la persona adicta a dejar la sustancia poco a poco, de manera más segura y con menos recaídas.

La falta de centros de rehabilitación basados en la evidencia es una de las razones por las que para los boricuas, en particular los que viven en la isla, la epidemia siempre ha sido de máxima urgencia. Este grupo tiene tasas de muertes por sobredosis aún más altas que los blancos, según han encontrado investigadores como Manuel Cano de la Universidad de Texas en San Antonio y Camila Gelpí-Acosta de City University of New York (CUNY).

“Las tasas de mortalidad por sobredosis de drogas en el grupo puertorriqueño fueron más altas que en cualquier otro grupo de ascendencia latina o la población negra no hispana” de 2015 a 2019, “mientras que superaron la tasa en la población blanca no hispana de 2017 a 2019″, escribieron en un estudio publicado en abril de 2022.

Ya no son solo los pueblos: la epidemia llega a las ciudades

Si bien los hispanos son el segmento de la población rural de más rápido crecimiento, representan solo el 8.6% de las áreas rurales, pero el 19.8% de las áreas urbanas, según datos del Departamento de Agricultura. Y las minorías como los latinos y negros también se han visto más afectados recientemente por los opioides porque una mayor proporción de ellos viven en ciudades como Nueva York, Miami, San Diego y Los Ángeles, y es allí donde más ha penetrado el fentanilo, ya sea solo o mezclado con otras drogas, según explica Higham, reportero de The Washington Post.

Esto es lo que ocurrió con dos familias hispanas en Commerce City, a las afueras de Denver, Colorado en marzo de 2022. Seis amigos se reunieron a pasar el rato, consumieron lo que pensaron que era cocaína, y cinco de ellos murieron instantáneamente por una sobredosis de lo que en realidad era fentanilo.

“Ella no tenía un problema con las drogas, pero decidió divertirse un poco una noche. Y fue envenenada. Así hubiera decidido usar cocaína esa noche, no merecía morir. Ella fue asesinada”, testificó entre lágrimas una hermana de Karina Rodríguez, una de las fallecidas, en abril en el Capitolio de Colorado en Denver, para abogar por una legislación que convertiría la distribución de fentanilo que causa la muerte en un delito en Colorado.

Al menos 23 estados han aprobado legislaciones similares, aumentando así las penas para los traficantes cuyas drogas matan a los usuarios.

“Ella no luchaba contra la adicción”, agregó Feliz, su otra hermana. “En las semanas antes de morir dijo que estaba más feliz que nunca”.

 

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