Publicidad

Faby Navarrete/ Tu Tiempo Digital

Hola a todos, confiada y protegida me siento en este día porque estoy bajo la sombra del Omnipotente. Pido al Señor con todo mi corazón, que esa misma sombra los cubra y los mantengan seguros.

Hoy trataremos un mensaje muy importante que nos habla acerca de cultivar más las cosas que son del espíritu y no las cosas que son de la carne. Este mensaje se encuentra en Romanos Capítulo 8. En todo este capítulo encontramos un valioso mensaje y por eso les invito a que lo lean con detenimiento y pidiéndole siempre revelación a Nuestro Padre Celestial.

Al principio, nos empieza recordando que aquellos que ya han decidido aceptar a Cristo como su Señor y Salvador ya no son condenados, sino que son ya justificados por la gracia de Dios. Son personas que viven en el espíritu y no en la carne. Esto no quiere decir que ya no vayan a cometer errores o pecados, sino que ahora, si los cometen ya saben que se deben arrepentir de corazón para ser perdonados por el Señor.

Antes de la venida de Jesús sólo estaba la ley y muchas cosas no eran posibles, pero después de Jesús, se nos dio ese regalo inmerecido llamado GRACIA. Vivir bajo la gracia de Dios es lo mejor que nos pudo pasar y debemos sentirnos muy bendecidos. Jesús mismo vino a demostrarnos cómo es vivir bajo esta gracia. Jesús, en su condición de hombre, fue tentado en todo y hallado sin pecado. Él supo bien cómo mantener su espíritu fortalecido para que ninguna de esas tentaciones lo hicieran flaquear. Pero no lo hizo sólo, Jesús oraba de manera constante y su Padre era quien le mandaba la fortaleza espiritual para mantenerse firme.

Jesús no dejaba que sus deseos carnales lo dominaran porque trataba siempre de alimentar su espíritu de manera constante. En este capítulo que estamos estudiando nos dice que los que son de la carne, piensan en cosas de la carne, pero los que son del espíritu, en las cosas del espíritu piensan.

Romanos 8:6 “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Pero los que permanecen más en el espíritu que en la carne, gozarán de vida y paz. 

Entre más tiempo dediquemos a satisfacer los deseos de nuestra carne, más nos alejaremos de todas esas cosas que son del Espíritu y que son las que nos acercan a Dios y nos mantienen en perfecta comunión con Él. Al mantener una estrecha relación con nuestro Padre nos sentiremos seguros siempre sin importar lo que nos suceda y sabremos tomar las mejores decisiones porque seremos guiados por Él. 

La comunión con Dios se logra a través del Espíritu Santo. Romanos 8:11 “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”.

Este versículo es tan poderoso cuando no sólo lo repetimos, sino que también lo creemos en nuestro corazón. Dios levantó a Jesús de los muertos y Él mismo, a través de ese Espíritu que puso dentro de nosotros, será quien nos ayude a  poder resistir las tentaciones que nos invitan a pecar. Él nos ayudará a permanecer en su amor y deleitarnos en hacer todo aquellos que es bueno, justo, puro, digno, de buen nombre. Todo aquello que a Él más le agrada.

¿Cómo logramos permanecer en el Espíritu más que en la carne?

-Poniendo al Señor en primer lugar en nuestra vida y no sólo de palabra sino de hecho.

-Orando constantemente y agradeciendo por todo lo que tenemos.

-Leyendo la Palabra de Dios y llevándola por obra.

-Escuchando mensaje que sigan alimentando nuestro Espíritu.

-Cuidando todo aquello que ven nuestros ojos y todo aquello que guardamos en nuestro corazón.

Nuestro ser está compuesto por: Cuerpo (el cascarón, lo exterior), Alma (mente, corazón y voluntad) y el Espíritu (el que habita dentro de nosotros desde que Dios nos dio soplo de vida). Si lo que guardamos en nuestra mente son cosas buenas, tendremos buenos pensamientos. Si guardamos cosas buenas en el corazón, nuestros sentimientos serán los mejores y por ende tomaremos buenas decisiones que ayudarán a nuestra voluntad a hacer eso que Dios espera de nosotros. De esta manera tendremos un Espíritu fortalecido y entonces los beneficios serán directos para nuestro cuerpo.

Por lo general, hacemos lo contrario, nos preocupamos más por alimentar y cuidar nuestro cuerpo y lo que menos alimentamos en el Espíritu. Llenamos nuestra alma de cosas desagradables que nos harán decir cosas que pueden dañar a otros y nos orillarán a tomar decisiones incorrectas. Todo esto repercutirá en nuestra salud. 

Tratamos de vivir más en el Espíritu y gocemos de esa paz maravillosa que sólo Dios nos puede dar. Recordemos que el Señor será medicina a nuestro cuerpo y refrigerio a nuestros huesos (Proverbios 3:8).

Les amo, les abrazo y primero Dios los veo muy pronto. 

Publicidad

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.