Fabiola Navarrete/ Tu Tiempo Digital
Hola a todos, fortalecida por el Señor me encuentro hoy y llena de ese contentamiento que Dios nos ayuda a tener en todo momento sin importar la situación que estemos enfrentando.
El amor es un sentimiento hermoso capaz de sorprendernos y de alentarnos a ser mejores personas. Es una fuerza increíble que logra derribar barreras. Hemos hablado ya muchas veces sobre este tema y en la Palabra de Dios encontramos mensajes muy claros sobre esto. Sin embargo, hoy hablaremos sobre lo que nos dice el Capítulo 4 de 1 Juan sobre el amor.
En 1 Juan 4:7 dice: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”.
El verdadero amor proviene de Dios y se encuentra dentro de todos nosotros. Lo que debemos hacer es “activarlo” y extenderlo a los demás de la misma manera que Nuestro Padre nos lo ha extendido a cada uno de nosotros y tal y como Jesús nos vino a enseñar cuando estuvo aquí en este mundo. Jesús amó a todos con un amor que es conocido como amor “ágape” y que es el que se siente por todas las personas sin que tengamos ningún vínculo de sangre o una atracción física como es el caso del amor de pareja. Es ese amor el que Dios nos pide que tengamos por los demás porque es ahí cuando en verdad demostramos que el Señor vive en nosotros.
Ahora bien, en este versículo dice algo muy importante que es “conocer a Dios”. Para poder llenarnos primero de ese amor que Dios nos da debemos mantenernos en estrecha relación con Él a través de la oración y la lectura de su Palabra. Es así como se logra conocer a Nuestro Creador. Es entonces cuando ya sabemos que es lo que a Él le agrada y tratamos de honrarlo con nuestras acciones.
Desafortunadamente, el mundo nos enseña otro tipo de amor que tiene que ver más con placeres y deseos. Este tipo de amor no perdura porque depende de las emociones y sentimientos. Ya hemos dicho en otras ocasiones, que el amor no es sólo un sentimiento o una emoción, sino que también es una decisión. Las emociones o sentimientos pueden pasar o cambiar, pero cuando el amor se asume como una decisión, es cuando en verdad permanece sin importar las pruebas que vengan.
¿Quién nos demostró que el amor verdadero es una decisión? Dios, al darnos a su único hijo y dejar que muriera en la cruz por nosotros. Jesús, al ser obediente a su Padre y cumplir con su Propósito y al morir por nosotros y demostrarnos con un acto tan importante, que nos amó de verdad. Si sólo hubiera sido emoción o sentimiento no hubiera logrado pasar por todo eso que vivió. Fue su Padre quien lo ayudó a no flaquear y le recordó en todo momento que nos debía enseñar a amar. Fue su muerte el más grande acto de amor que nunca nadie ha hecho ni hará por nosotros. En Dios se encuentra la fuente del amor y en Jesús el modelo del amor verdadero.
Dios nos amó primero y nos escogió aun sabiendo todas nuestras fallas. Por eso miso, nosotros debemos amar a nuestro prójimo porque ahí se demuestra que el amor de Dios vive dentro de nosotros. Es así como el Señor seguirá perfeccionándonos en el amor y como Él continuará viviendo dentro de nuestro ser.
Al practicar este amor que Dios nos pide, no temeremos más de todo aquello que en este mundo se nos presente y nos quiera desalentar. Es de humanos que reaccionemos con temor ante ciertas situaciones, pero no debemos permitir que esto nos paralice. En cuanto sientas que el temor te invade, corre a los brazos de tu Padre y recibirás de él la paz y fortaleza necesaria.
En 1 Juan 4:18 nos dice: “En el amor no hay temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.
Quien ha experimentado el amor inagotable que Dios derrama sobre todos sus hijos, sabe bien que el Señor de todo lo librará y que no habrá situación que no vaya a tornarse de bendición para lograr así que Dios siga cumpliendo las promesas que nos ha dado.
Sabemos que hay personas que tienen un corazón endurecido porque no han conocido al Señor y que de repente nos dirán cosas ofensivas, pero aún a esa tipo de personas debemos tratarlas con el mayor amor. No hay orgullo que no pueda ser doblegado por el amor. Recordemos que el amor vence todo temor.
Señor, te pedimos que tu amor se manifieste en nosotros todos los días de nuestra vida y que lo sigas perfeccionando.
Les amo, les abrazo y los veo muy pronto.