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¿Cómo consiguió su esplendor el balneario más famoso del Pacífico mexicano? La presencia de personajes del espectáculo le crearon fama, una que se fue consumiendo por la fiesta eterna que Acapulco ofrece a sus visitantes, y que solo logró frenar el huracán Otis.
Acapulco es alegría, glamour, fiesta, arte, historias, excesos, tragedias… Un ‘Acapulcazo’, quienes lo han vivido, saben que es único y, casi siempre, irrepetible.
En el museo Dolores Olmedo de la Ciudad de México habitan una serie de pequeños cuadros de Diego Rivera que muestran los atardeceres inigualables en ‘El Puerto’. Aquellas imágenes multicolores fueron pintadas en una casa llamada ‘La casa de los vientos’ que mira hacia la inmensidad del océano Pacífico, por donde el poderoso huracán Otis arribó con toda su furia la noche del miércoles pasado dejando decenas de muertos.
A solo milla y media de distancia de esa casa, donde Rivera pasaría los últimos años de su vida, se encuentran un par de propiedades vestigio de otro tiempo, uno en que un selecto grupo de actores estadounidenses se perdían en todo tipo de excesos —o al menos eso se cuenta— al amparo del escondite que ofrecía ese paradisiaco rincón mexicano.
En la primera propiedad que aún existe, y está ubicada en la quebrada de los desfiladeros más altos de Acapulco, al fondo de una maravillosa piscina rectangular, aún pueden verse las iniciales JW.
John Wayne, quizá el vaquero más famoso de Hollywood, arquetipo de lo masculino y lo rudo, inició la época dorada del balneario, ubicado en el sureño estado de Guerrero. En aquella época, sus amigos y él se montaban en un avión privado para escapar del acoso de paparazzi y fanáticos.
Entre ellos, regularmente venía un actor de cuerpo torneado de nombre Johnny Weissmüller, quien fue mejor conocido por su personaje de Tarzán. Wayne y Weissmüller iban y venían de California con la llamada ‘Pandilla de Hollywood’ que incluía a figuras de la pantalla grande como Fred McMurray, Red Skelton, Rex Allen, Bo Roos y Errol Flynn.
El gusto de los dos actores por el lugar de clima cálido 365 días del año fue tal que juntos adquirieron una propiedad en la misma zona que actualmente alberga al hotel Los Flamingos, el cual convirtieron en el centro de legendarias reuniones. En la famosa ‘Casa de Tarzán’, donde el viento del Pacífico sopla refrescando las noches más calurosas del mes de mayo y donde ballenas cruzan durante el invierno, Johnny Weissmüller falleció en 1984.
Bajo el cielo estrellado de Acapulco
Casi a la par de aquellos encuentros memorables de los actores de Hollywood, en el año de 1945, la sociedad contempló atenta uno de los episodios más románticos que ocurrieron durante el siglo XX en México, el matrimonio de dos de las máximas luminarias del cine y la música del momento: María Félix y Agustín Lara.
Los diarios de todo el país contaron, sin ahorrar una gota de tinta, la boda que se celebró en el lujoso barrio de Polanco en la capital del país. Pero no solo eso, también dieron cuenta de la luna de miel “de película” que el compositor y la diva de la pantalla pasaron nada menos que en Acapulco.
“Acuérdate de Acapulco / De aquellas noches / María Bonita, María del Alma…”. Una versión de la historia de esta canción dice que Lara la escribió bajo el cielo estrellado de Acapulco, en la playa, frente al extinto hotel Papagayo, entonces lugar de encuentro de famosos y la jet set mexicana e internacional de la época.
La reservada presencia de las estrellas de Hollywood, que se fue extendiendo de boca en boca, y los consabidos viajes de los famosos mexicanos forjaron la gran fama de Acapulco que comenzó a ser considerado el lugar para ver y ser visto deseando emular a John Wayne o a María Félix.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, gracias a la alta demanda, Acapulco experimentó un crecimiento acelerado (y desmedido) en su infraestructura.
Su avenida principal, la Costera Miguel Alemán, se llenó no solo de hoteles sino también de restaurantes y centros nocturnos con marquesinas iluminadas, mientras los barrios populares de los trabajadores se extendieron hacia lo alto de los cerros que rodean su bahía y mucho más allá.
La discoteca que cuenta la historia
Sobre la Costera Miguel Alemán, unas letras formadas por rocas falsas que cubren la fachada de un edificio llaman la atención de día y de noche. Las letras componen el nombre de una famosísima discoteca, el Baby’O, que cuenta parte del segundo ascenso de Acapulco.
En la década de 1990, los turistas que llegaban al puerto pasaban el día en la playa y en las piscinas de los hoteles esperando que llegara la noche para vestir sus mejores prendas y dirigirse a la acera para hacer fila afuera del grandioso Baby’O.
Muchos de ellos, cuentan quienes asistieron, sabían que no tendrían oportunidad de ingresar al recinto que fue fundado en 1976 y que cuentan estrenó su pista con los ritmos contagiosos de ‘Jungle Boogie’ de la banda Kool & The Gang por un empresario de nombre Eduardo Cesarman.
Lo que interesaba en la década de 1990 a la gente que iba a formarse en la fila del también llamado ‘Baby’ era la latente posibilidad de ver llegar nada menos que al cantante mexicano Luis Miguel, quien era asiduo visitante y amante de Acapulco y de la discoteca.
Hablar de Acapulco es hablar de Luis Miguel y hablar de Luis Miguel es hablar de Acapulco. Se cuenta, entre otras muchas anécdotas e historias, que en el Baby’O Luis Miguel presentó su famoso éxito ‘Cuando calienta el Sol’, dedicado al mismo puerto.
El brío de aquellos años aumentó gracias a la construcción del que fuera por mucho tiempo el gran logro de la infraestructura carretera de México, la Autopista del Sol —que conectó a la Ciudad de México y a Acapulco en menos de cinco horas— y permitió a más habitantes de la capital se dieran un viaje exprés a la bahía que dieron en llamar un ‘Acapulcazo’.
La capacidad de arrastrar a más turistas al puerto dio pie al surgimiento de festivales de música, eventos deportivos, de negocios, políticos y a múltiples temporadas de atraer a miles spring breakers frenéticos en busca de lo que Acapulco sabe ofrecer mejor: tirar fiesta.
Entre más alta la fama, más dura es la caída
Pero el frenetismo que se vivió en ‘El Puerto’, que incluía descontrol día y noche a partir del momento en que cualquier turista llegaba o ponía un pie en el aeropuerto internacional, fue aprovechado por delincuentes que vieron una oportunidad de distribuir al por mayor mercancía ilegal, como drogas; además de que se propició la prostitución que incluía a menores de edad.
Como consecuencia, en la primera década de este siglo, Acapulco comenzó a experimentar un elevado índice de criminalidad y descomposición social. Bandas rivales, locales y de otros lugares del país se declararon la guerra por el control en la venta de sustancias ilegales.
Enfrentamientos en lugares públicos, robos y el hallazgo de cuerpos sin vida fue el pan de cada día.
El punto climático de la violencia llegó entre 2006 y 2010; en esos años, el turismo extranjero cayó en un 50% y Acapulco fue declarado no solo uno de los municipios más inseguros de México —disputándose el primer puesto con urbes como la conflictiva Ciudad Juárez, Chihuahua— sino también uno de los más violentos del mundo.
Desde entonces, la estrategia del gobierno federal para lograr estabilizar al puerto ha sido patrullar no solo las calles del balneario sino también las playas con militares. Patrullas de soldados se pasean durante el día balanceando rifles de asalto sobre sus hombros entre las familias bañistas en un esfuerzo que parece vano.
A todo lo anterior, se ha sumado la tragedia. Quien conoce Acapulco sabe que las tormentas que vienen del mar son recias. En los últimos 30 años, tormentas como Pauline, Manuel y Paulina han azotado con fuerza el territorio.
Sin embargo, jamás un huracán categoría 5 había azotado al llamado ‘paradisiaco puerto de Acapulco’ como lo hizo Otis la madrugada del miércoles, dejando una terrible estela de muerte y destrucción.
Las imágenes que llegaron cuando la luz del día y las telecomunicaciones lo permitieron hicieron evidente que el huracán había borrado la alegría, el glamur y la fiesta de ese balneario, otrora predilecto de las estrellas y que tiene el reto de volver a ponerse de pie.